EDITORIAL
Queremos que liberen a las niñas nigerianas, a las oprimidas del mundo, a todo el que no quiera estar donde lo tienen.
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Ya casi está listo el próximo libro Morvoz.
Más de treinta artistas en diferentes disciplinas.
Cinco años en el mercado editorial.
Con la portada del maestro Modesto Trigo.
Nuestro décimo séptimo título.
Pronto.
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Desde el alma de Alma Beatríz
Por Beatríz Fernández
Una noche para engullir cada gota de miel que provenga del erotismo de tu sexo…
Me siento plena… tú lo logras siempre y eso me encanta…
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Esa sensación de vacío que me provoca el no verte, de no saber de ti solo por unas cuantas horas, esa ansiedad de quererte encontrar en cualquier lugar, la nostalgia de recordar tu sonrisa y sentir tus labios rozando los míos, solo me confirman el deseo de estar contigo. Te extraño…
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Versos como balas
Por Agathokles
Te quiero sin un mañana en esos ojos,
con un desnudo ahora o quedándote cerca,
es esa rara necesidad de tener que respirar,
respirándote, resurgiéndome, refugiándonos,
apenas hablando para dar señales de reserva
rozándonos para que el mundo pare y vuelque
una y otra vez y luego otra delante de nosotros.
Te has preguntado por qué al vernos a los ojos
parece que nada más hubiera y nos tocamos,
(siempre nos tocamos y no importa)
Sin mirarte la mitad que pretendo te ves maldita,
malditamente atractiva, malditamente deliciosa,
y aunque en Dios nunca he creído, creo que tú eres,
de ser cierto llévame contigo que hoy te adoraré,
me perderé privado de sombras en tu haz inmaculado,
y luego otra vez en tu cuerpo de serpiente sin manzana,
pero con la misma dulce tiranía que atado más me ata
una parte de tus pechos otra de tus ojos de avellana
y siendo vil mortal errante, de ti tomaré, de ti comeré,
haré revolución y felonía, olvidaremos el mañana.
Te quiero tal como si hubiera pasado nada,
pero eres siempre ahora, faena, siempre Dios,
te quiero…
sin que se distinga futuro alguno en tu ojos
démonos uno al otro entreguémonos a nosotros
antes que un día más despunte, antes madrugada.
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El Rinconcito
Esta semana:
Jeanne Karen
Sin embargo ella me asalta, puede ser a cualquier hora del
día, me invade, me sacude; por las noches la veo, tiene una sonrisa falsa y con
diamantes, aunque otras veces está perfumada y lleva una flor de jazmín en el
cabello. Puede ser despiadada, terrible, amiga, amante, pero nunca aburrida. Es
toda lucidez y también es la pérdida de la cordura. Aparece en los momentos más
inesperados, y el café, el ruido, la mañana son distracciones y todo tiene un
sabor a hierro, ella dice algo, pone su boca sobre mi pecho, las palabras
vibran en el corazón, torrente sanguíneo; me obsequia un poema oscuro y con
enormes ojos.
No deje de ver este video de nuestra amiga Isabel Alvarado con fotografía de Mike Juárez:
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Si leer es un placer...
Levantándola por el aire con un solo brazo, el gigantesco sacerdote la tendió sobre sus rodillas; entonces, agitando airosamente un látigo, le cruzó tres veces las nalgas. Justina se retorció bajo el ardor de los golpes, pero sus penas sólo habían comenzado, pues el padre Clemente sólo estaba haciendo una prueba. Entonces, satisfecho con su postura y con la forma en que tenía asido el látigo, el odioso fraile alzó el arma de largas lenguas muy por encima de su cabeza y la dejó caer con fuerza sobre la joven. Los bordes cortantes del cuero revenaron sin piedad toda su carne, dejando brillantes líneas de sangre a su paso; el dolor era tan fuerte que el grito de la pobre niña se ahogó en su garganta. Excitado por la visión de sangre, el bárbaro padre Clemente la azotó entonces con furia vesánica. Ninguna parte de su cuerpo quedó a salvo de su bestialidad. Brillantes, rojos arroyuelos le corrían por la espalda, desde los hombros hasta las nalgas, y rodeaban sus muslos como finas culebrillas de color carmesí. Más excitado aún por este espectáculo, el vicioso sacerdote la forzó a colocarse boca arriba, y pegó su odiosa boca a la de ella, como si tratara de arrebatarle de los pulmones los gritos que su látigo no había podido arrancarle. Alternativamente le chupaba la boca y le golpeaba el abdomen, y cuanto más se agitaba y se debatía Justina en su angustia, más satisfecho parecía él. A veces le mordía los labios, otras le pellizcaba las nalgas, después le golpeaba el pecho con la barbilla, seguidamente le rasguñaba el vientre, pero su furia no parecía aplacarse con nada. Estando los labios de Justina entumecidos ya por tanto mordisco, y su abdomen encarnado por los golpes y arañazos, el diabólico Clemente concentró sus ataques contra los pechos. Amasaba con los dedos los globos de maravillosa suavidad, los apretaba con las palmas de sus manos, los estrujaba el uno contra el otro y después tiraba de ellos para apartarlos; pellizcaba los pezones, metía la cara en el surco que los separaba y mordía su circunferencia. Finalmente, en un alarde de ferocidad, metió uno dentro de su boca y lo mordió con toda fuerza. Nuevamente llenaron el aire los alaridos de Justina y, mientras el padre Clemente levantaba el rostro, lleno de gozo, dos chorros de sangre le corrían por las comisuras hasta la barbilla. "
Justine o los infortunios de la virtud, fragmento.
Marqués de Sade.
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Casa de citas
«Otra sensualidad devorada por el destino. Como todas. Pero, ésta trágicamente, de forma harto simbólica, en el altar sórdidamente leproso de nuestra baja historia. Pero, ¿puede apagarse la luz de un misticismo limpiamente erótico, carnal y etéreo, que vuelve -una y otra vez- hecho vida de la injusta muerte?»
Rodolfo Alonso.
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