lunes, mayo 28

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ERES TEMPESTAD



Quisiera habitar en tus ojos 36 segundos exactos,
engancharme a ellos, sucumbir ante su necesidad de parpadeo,
explorar su color abeto, su brillo constelación,
pensar que son figuras animadas que en el renaciente de sagitario,
se atrevieron a fijarse directos sobre mi iris.

Encanto de razón con sabor a misericordia,
es como tocar el fondo del cielo
o verte eclipsada en el azul del polo,
tomar como señal el musitar de
L’ amour avec toi profunda de tus labios cereza,
a penas reconozco tu sombra,
caigo en taquicardia ajena,
en una apostólica incertidumbre
en un asedio digno de romanos y judíos,
pienso, aunque no en todo momento,
en arrebatarte la boca de un solo beso
o de morder tus labios en un único roce.

Miro tus formas disolutas, tus entregas al paso,
un derroche de verano, en que no concilio sueño alguno,
no obstante fantaseo con el cobijo de sirena
que tanto te ha marcado y hace la diferencia,
entre una mujer aérea y una mujer marina,
que extrae de la ceniza martillo y pétalo
y con ellos se recrea, me lía a acabar por completo
con la historia de Perseo y su salvaje cometido.

Sin fulgures que eviten entrar en una mañana,
me atrevo a acercarme a la marea,
rebuscar bajo la arena
el estandarte que te erigía en tiempos de Ulises,
bajo el soberano recato de un cobarde encubierto
para no quedar petrificado ante tu vista.

No conforme con lo que ansío,
voy a amurallar cada continente,
para que evites entrar y ser tentada
a seguir tu camino como devoradora de bocas,
como ladrona de cuerpos.

Ni sólo ni tardío, edificaré tu esfinge,
aunque en ella mil años más pase
sin tu pecado en mis dedos y tu pasión en mis manos,
en cuanto a lo demás estará para pensarse,
aún cuando el universo no me pertenece,
sé la manera de entregarte a Orión
y convertirme en el cuarto ascendente de Escorpio,
para hallarte sin premura en 200 años más
devastemos por completo, la vida en la tierra. 

sábado, mayo 19

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Revista Morvoz No. 120, año II (17-5-12)

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Fotografía del buen maestro Antonio Barssé, a quien le damos la calurosa bienvenida, no más que la que nos brindá él.

Sea pues, gracias maestro.











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Relatar lo que sucedió a partir del momento en que nos encontramos en el andén de la estación podría resultar demasiado repetitivo, ya que la mayor parte del tiempo lo pasamos haciéndonos el amor, aunque a veces simple y llanamente follábamos como locos en cualquier lugar donde la necesidad nos apremiara. Esquivar y escondernos de la gente tenía un morbo tremendo, y además, yo pretendía que conservara un buen recuerdo de cada rincón de la ciudad. Por eso la noche del sábado quise llevarlo a conocer una playa pequeña y casi siempre solitaria situada en las afueras. Como sabía que él lo deseaba me sumergí en el mar, a pesar de que el agua estaba bastante fría a esas horas, sintiéndome libre, erótica, frívola y maravillosa… Feliz. Jota esperaba sentado en la arena para verme salir  con el vestido mojado pegado al cuerpo, como tantas veces dijo que me había imaginado. Me tumbó a su lado en la arena, apartó la tela  y comenzó a lamerme, entera, susurrando que quería retirar toda la sal del mar de mi piel hasta que sólo supiese a mí misma. Yo me retorcía de placer al contacto de su lengua... o de sus lenguas, porque la sentía en tantos sitios a la vez que parecían varias.   Cuando prácticamente me tenía al mismo borde del paroxismo se retiraba, separaba mis piernas y buscaba con sus dedos los fluidos que ya me inundaban para saborearlos despacio. Otras veces era yo misma quien untaba con ellos mis pezones, que Jota chupaba con fruición hasta dejarlos empapados con su saliva.


 - Me vuelven loco tus tetas… pura lujuria,   el olor a hembra de mar de tu sexo cuando estás excitada…- Lo decía con la voz entrecortada por el deseo.


Después, con la pelvis pegada a mi trasero y mis piernas entre las suyas,  jugaba a torturarme con su pene duro y caliente a través de la tela del vestido. Me restregaba contra él como una gata en celo, con los codos apoyados en la arena, buscándole con las caderas y con todo mi sexo, pidiéndole casi a gritos que me follara de una vez, pero Jota pretendía llevarme al límite: “Te quiero más caliente todavía, más abierta… te quiero follar por cada fisura que encuentre”.  Escucharle decir eso ya me enloquecía por completo.  Me daba igual cómo lo hiciera, a esas alturas de excitación lo único que necesitaba era tenerlo dentro.


Pero como la venganza es un plato que se sirve frío, esa misma noche tuve ocasión de hacerle pasar por el mismo dulce tormento.  Siempre supo sacar de mí el lado más perverso y también el más tierno.



Me encanta volver a esa playa para bañarme desnuda y tumbarme mojada en la arena, recuperar el olor a hembra de mar que tanto gustaba a Jota... Sentir  la brisa y la humedad en mi cuerpo me hace revivir cada momento de aquella noche.


Berta Tarbe

El placer es mío






Fotografías: Francisco Enríquez Muñoz 



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 De "Textos de lo guarresco y lo arrabalesco"

 

Editado por Morvoz - Hyperversos  

               

El fin justifica los miedos


Lucero fue siempre la más platicadora, presumida y chismosa del grupo de amigas. La noche de su luna de miel abrió desmesuradamente los ojos, su baby doll sepia diseñado por Bustani contrastaba con su piel blanca, perfumada para esa ocasión. Pálida y con asco preguntó: ¡¿Que quieres que te chupe qué…?! Desde entonces jamás volvió a abrir la boca.

De la mano del destino o el destino ¿está en tus manos?

 

Raúl era un escéptico: se burlaba de la quiromancia, de la cartomancia y de todas las artes adivinatorias. Cuando vio el letrero que anunciaba “FALOMANCIA” decidió, por curiosidad, entrar a que le leyeran el futuro. Las suaves manos de la pitonisa recorrieron el cuerpo cavernoso y esponjoso del pene de Raúl. El glande, el frenillo y el prepucio fueron analizados manualmente línea por línea, lunar por lunar y nervio por nervio. ¡¡Aaaah!! Exclamó gozoso. ¡¡Si no te aguantas, no puedo leer todo tu porvenir!!  Desde entonces Raúl encontró su futuro.

Chiquito pero picoso

 

Desde niña, a Lupita le gustaba lo picante. El chamoy era su perdición, sobre todo con limón. Entristeció cuando le prohibieron los irritantes por su gastritis. ¿Con que no puedes comer chile? Le dijo Armando mientras ponía en el sofá un chile serrano, un jalapeño, un poblano y le mostraba su pene. Ella los vio, los tocó, los comparó, los pesó “al tanteo”. ¿Ya viste por qué le dicen chile, Lupe? Desde entonces ella volvió a las andadas.

Nomás dos tiros le dio


Rubén creció en medio de investigaciones médicas, burlas y morbosidad. “Uy mano, tú sí que eres pura verga” le decían invariablemente cuando veían que tenía dos penes. ¿Orinas por los dos?, ¿con cuál coges?, ¿tienes dos o ya estoy bizca?, ¿te haces chaqueta simultánea?, ¿las putas te cobran doble?, ¿y si los pegas con cinco mil o te los coses, te imaginas qué pitote? Cuando Mario supo el caso de Rubén lo buscó rápidamente y le propuso trabajar como strepper. Desde entonces Rubén es conocido en el medio como “Bífalo Bill”.


Textos de Jorge Enrique Escalona         



viernes, mayo 18

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PANDORA



Pandora se  vuelto carne,
Pandora me mira y reta directo,
Pandora tiene los ojos como escorpión.

Pandora mírame.

Pandora fundadora de sombras y lares,
obstruye el tiempo que seduce,
evoca la más tentadora caricia.

Pandora acércate.

Piérdeme en tu leyenda
y conviérteme en apoteósico mito,
eclipsa la nostalgia más solemne,
la tentación más candida.

Pandora tómame.

Soy mortal y te necesito,
muerde mis ojos,
toca con tu índice las marcas de mi rostro.

Respírame, respírame, respírame.
Pandora atrévete a evocar mi silencio y raspa mi boca.
Pandora intenta quebrar mi sexo y habita en Dios.
Pandora besa despacio mis labios y suicídate en mí.
Pandora evita usar las palabras, estoy a tus pies.

Pandora tócame.

Escucha atenta en la madrugada,
te recuerdo siempre,
recuéstame en tus manos.

Pandora mírame

Quiebras las distancias que se hacen hiel
y no permiten murmurar a tu lado,
enciende el crucifijo antes de dormir.

Respírame, respírame.


Raspa mi boca,
habita en Dios,
suicídate en mi.
estoy a tus pies.

Pandora el frío aterra
y es perfecto confidente de mi karma,
Pandora niega tu linaje, maldice tu estirpe,
lleva como bandera mi alma que te pertenece,

Pandora adora la calma,
aprende a caminar en tierra,
destruye la caja.

Pandora créame.

Circunda mis labios sin temor a perder tu estigma,
iníciame en el arte de amarte,
márcame con símbolos que permitan
visitar el oráculo y tenderme en el Olimpo.

Respírame.

Pandora sedúceme.

Aprende a dislocar la distancia entre mis labios y tus piernas,
péndeme en tus pliegues sórdidos,
líame a ser humedad y pandemia.

Pandora crea en mi memoria,
una imagen indestructible que hable de ti
y de tu santidad.

Pandora evoca a Leviatán,
para ser condenados al manjar del Hades y del pecado,
muéstrate soberana, enséñame a poseerte,
a llamarte mía.

Pandora siente, Pandora quiebra.

De un minuto a otro me posaré de frente,
al finalizar no habrá otra figura que la unión de ambos
en lino cristalino, en una estela salvaje que lleve
nuestro nombre a un costado y entonces,
seremos culpables de toda la locura…

Está por quebrar el alba

Pandora conviérteme en beato,
escupe mi rostro despacio,
De forma bélica me postrare en tu boca
y la arrancaré a pedazos,
haré polvo al mundo,
quebraré todas las leyes,
renunciaré a ser mortal,
nacerá una nueva catástrofe
que llevará mi nombre
y la muerte temerá morir
y al final seremos tú y yo,
un sólo universo,
la partícula inmortal
que no se cansará de pecar
y besar desesperadamente los labios.

Respírame, respírame


miércoles, mayo 9

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Revista Morvoz No. 120, año II (9-5-12)


Fotografía de Alexander Zmeckye

Filántropo de descendencia árabe. Fotografía mujeres de vez en vez y escribe sobre ellas (cuando la suya se lo permite) algo de poesía e historias intragables por lectores avezados e inteligentes. Para no aburrirse apoya proyectos artísticos con fondo y forma. Sus malos cuentos y fotografías han aparecido en infinidad de revistas impresas y blogs de ínfima calidad, exceptuando el de Morvoz.  

(conste en acta que eso lo dice el propio autor sobre sí mismo) 

alexzmeckye@live.com.mx








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Yo estaba en la piel

Agathokles 




Era cuestión que te viera a distancia desconocida,
para quebrar lo tabúes que marcan la tirada,
tú, cristal avellanado, corriente insólita,
yo, acero callado, manantial Dionisio, agonía leal,
quisiera consternar la mirada, comer tu rutina,
cambiar mi nombre por pertenencia tuya a momentos,
jugar y ser ladrón de tu candor malicia,
entregarte la curvatura que me creo y destruyo
cuando los martes musito cualquier parte de tu piel,
soberana libertadora de imágenes tangibles,
con el alma en la boca te entrego los besos.

Eres tú en la marca que de noche aplico,
la sonora caricia con que sueño y despierto árido,
imagíname clavado en tus manos como
estigmas de tu más puro miedo, abrazándote lento,
disipándote despacio, liándote a encontrar la locura,
guiándote directo a pronunciar mi nombre a ojos cerrados.

Violetas y Jazmines en actos inconclusos,
en pasionarias clandestinas y de misterio distintas,
no pasará de un amor efímero y fugitivo,
que nos encuentra con la necesidad de volver a las estrellas,
de sortear el vuelo a un horizonte violento, rijoso,
la memoria será sólo un acuerdo que se mute en la unión.
De pronto la inestabilidad volátil del pulso,
se quiebra la voz y quedo atónito,
un ente estático y perturbado por lo mirado,
por lo que juega frente a él como perfección.

He intentado entender la belleza que te sujeta,
la templanza que te marca como única,
como perla encaminada a lo celeste.
estás inquieta y muerdes tus comisuras,
quisiera poder evitarlo.

Aquí estoy, pendiente, buscando en tus secretos
una oquedad en la cual postrar mis labios.

Fotografía y texto de Agathokles


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Del Poemario de Frida, Raíces en las nubes

Publicado por Editorial Morvoz y de venta en la editorial




¿Cuánto quieres por cogerme?



                                                  Podrás ser cualquiera si no me besas,
                                                  después marcarás verdaderamente la historia.

                                                                                                         Agathokles



Te doy mis 500 gramos de heroína
¿una mamada?
¿o prefieres una rusa?
¡unas chelas pa’ romper el hielo!
le puedo llamar a una amiga voyeur.
si quieres grábame,
muéstraselo a todos,
enciende la tele,
está una peli porno;
mastúrbate con esas revistas
como en tu adolescencia,
pídeme lo que a ninguna,
confiésame tus perversiones

y te canonizaré.
¡rómpeme!
haz de mi cuerpo un despojo
¡métemela ya!
(c) 2012 Editorial Morvoz
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