sábado, diciembre 26

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Lennon y Edmundo Valadés

Litografías por John Lennon (Liverpool, Reino Unido,1940-1980)










Y ahora percibimos que el fin de los sesentas acarreó aparejada la conciencia de que en esa década se pervirtió de múltiples maneras el sentido, la comprensión de la realidad. Vistos a la distancia, los emocionados, emocionantes productos de la Neofilia –ese fenómeno que coloreó, determinó, simbolizó, definió a los sesentas-, se han disuelto en el aire. El pop y el camp y Warhol y Batman, los comics, Maharishi Mahesh y Twiggy, y la Trivia y Los Beatles, con sus propugnadores y sus detractores, sus adoradores y sus impugnadores, dejan el sitio a una sabiduría cínica que, posible, seguramente sea, en los setentas, la última posibilidad de salvación.


(Texto impreso en el catálogo de litografías de John Lennon)

Extracto

… tú recostada, en la orilla, en decúbito tranquilo y egoísta de glándulas satisfechas porque yo no había incurrido en pecado de frustración, y mis dedos, índice y cordial, iniciaron una caminata para recorrerte, a veces saltarina, o dubitativa, o exploratoria, o animosa, simulando caminar desde la sonrosada uña del desprevenido pie izquierdo, tomando amoroso impulso se deslizaron sinuosos por las piernas, saltando de una a otra, juguetones, en esguinces premeditados (“¡mira cómo me pones!”), breve alto en la rodilla, rápido zapateo, telegrafía de claves secretísimas (ninguna palabra captada por las interferencias), escarceos por los muslos redondos, mensurándolos, asombro ante el paisaje cercano, al tierra prometida, danza de las cosquillas alegres, se alejaron, maliciosos, por la cadera, asomándose a mundos otra vez ya descubiertos (cuando me estremeciste: “¡pídeme lo que quieras!”), jugaron a resbalarse, volvieron a ascender, dificultosamente, caían, arriba otra vez, upa, retomaron la senda orientadora de una venilla azulosa, retozaron triangularmente de una ingle a otra, desenfreno errabundo (no oían la señal de los suspiros), de habilitaron de tejedores diestros, con ayuda ahora del pulgar, dedujeron una y otra vez lo sedoso del vellón, entreverando sus finuras, luego, solos, travesuras inocuas en la espesura, buen albergue para descansar, pasar ahí la noche, pero tenemos prisa, hasta pronto amigo clítoris, mucho gusto en saludarlo, jamás conocimos tan sabia educación, prosiguieron su paseo, diseñar círculos sobre el vientre, bebieron agua del ombligo, los pobres, cansados, sedientos, qué grande y maravilloso es el mundo…

Extracto del cuento: Sólo los sueños y los deseos son inmortales palomita. (Edmundo Valadés. Sonora, México, 1915-1994)


Fuente editorial:
Dos, él y ella. Número 13. Tiraje de 80,000 ejemplares, fechados en septiembre de 1970

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