No tenía ganas de ir a esa fiesta. Además de mis miles de razones estaba esa espantosa gripe que, más que estornudos y mocos, parecía H1N1.
Veinte adultos eran los invitados.
Algún imbécil propuso un juego infantil. Había que comerse la manzana sin meter las manos y con los ojos vendados ¡Vaya estupidez a mis treinta y nueve años! Considerando mi poca destreza, y la mala suerte que me acompaña untada en las palmas de las manos, supe que sería el gran perdedor de la noche.
En
efecto
fui
el
único
que
terminó
con
el
fruto
intacto...
Marváz
Manzana (A. Zmeckye)