domingo, abril 3

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Declaración de guerra




Palabras tuyas que sirven de rehenes posmodernos de mi ingrata culpa,
un misterio que no he descifrado para poder pensarte siempre,
la distancia y el tiempo paradojas mutilantes y desesperadas,
ahora te encuentro y mi voz comienza con el brío de gritarte fuerte,
de atropellarte con una suerte de besos oportunos a tu llegada,
la ciudad vuelve a mis pies y me convierto en heredero de tu sombra,
el terco de siempre pero aún más constante y menos cobarde.

Martes de duelo por creerte tangible e inmediata, cuestión de espera,
sabiduría sugestiva convertida casi en lo que aún nos une,
una palabra derrumbó la esperanza para volver a forjarla fuertemente,
esperanza tu nombre y mi condena atemporal y siniestra,
cada dos de octubre marco de sangre el calendario entero,
guardo un minuto de silencio por cada año desgastado, me rindo,
estoy casi tan sediento, casi tan impaciente de saciar el hambre del sereno,
declaro la guerra en nombre de la rosa y esta despiadada alma que me marca.

Ahora comienza la nueva tragedia que es recordar amar,
recordar la sal y la saliva casquivana, pecar es pecar,
aún condenado seguiré en pie de forma bélica e inocente,
percibe atenta las palabras que delinea la forma áurea de mi mano,
comienza el duelo, sin piedad a los débiles, no más clemencia,
sin misericordia de las bocas, ni compasión de cuerpos, esa es la señal.
cinco, cuatro, tres, dos, uno…

No he contado los años que han pasado, pero algo es seguro,
mañana en la batalla terminaré por rendirme en tu honor.

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