Entonces fue cuando el hombre me
tomó de la mano llorando, con el traje sucio, el halito de recuerdos ingratos,
metió su mano a la desgarrada bolsa del abrigo y saco una botella de vidrio
llena de memorias y ajenjo, dio un sorbo largo y ostentoso perturbado por lo
frío de noviembre y la angustia de voltear a un futuro que talvez no le
pertenece, varios días sin comer y un ciento bebiendo, mendigando monedas con
versos asquerosos y elegías demenciales, a veces la fortuna le sonreía y dormía
en una cama con alguien, a veces lo traicionaba y condensaba su aliento para
formar nubes de verdadera vergüenza, su nombre era Pedro, mártir y traidor que
negó tres veces el nombre de su padre mientras este seguía palideciendo en la
cruz, maldito estigma de llevar tragedia ante una culpa que no le correspondía.
De sus labios sebosos podía
apenas articularse palabra alguna, era su día de suerte, traía yo para un par
de botellas, lo suficiente para cigarros y el hambre de la soledad por ella que
a pesar de lo visto le seguía amando, pensé en compartir la pena de mi duelo
con un extraño que parecía saber tanto de la vida que no tenía otra cosa que la
desilusión.
Pedro abría la boca para evocar
metáforas que yo sabía o quería saber comprender, dio un trago largo y seco su
boca, calo el cigarro tres veces y clamo al cielo:
Clavado en el frío soplo de este
ajenjo barato,
con la espesa bruma sobre las
pupilas,
pensando en que mañana encallado
en una aldea etílica yaceré,
guardando los silencios de una
vida puta
de esta soledad bastarda en la
que llorar es una salida llana,
antes que Dios callará me maldijo
por imbécil, por sucio,
la ramera barata que me dejó,
terminó por llenar el vaso
por quebrar las ansias de buscar
futuros felices y decentes,
hoy jamás el mismo, escupiría tu
rostro,
quebraría tu sexo, maldeciría tu
saliva, tu aliento enfermo,
es tan fácil como toparte pronto
y desgarrarte completa,
primero el alma, luego la niña
que se esconde bajo la falda,
después la puta que se cobija en
otros labios,
quedarías indefensa con la carne
desnuda, con los labios
sangrando por las felaciones
adquiridas,
siempre fue el dinero, el miedo
siniestro que te asechaba,
la tragedia de escuchar a tu
padre enfermo, tu primer amor,
el primer candor de tus piernas,
el que siempre te quiso de 12 años,
ahora yo ahogado y con la pena de
merecerte por sórdida,
los cuervos, las ventanas, las
malditas cenizas, la cama sucia,
la hoja desdoblada, la sustancia
que evoca mi cuerpo, tú,
maldita lengua rota, maldita
suerte herida, maldita loca,
tú María escandalosa, lastimera,
turbante, no eres nada, no eres nada,
no eres nadie, estás prisionera
en un cuerpo que me enloquece y te tacha de ramera,
hoy tendrás el mundo en tus
manos, hoy tendrás el mundo hincado,
clientes a millares, amantes por
cientos, hoy entre tus piernas
San pedro de cabeza, una vez más,
una más, una más.
La botella calló hasta mis pies y
me di cuenta que estaba sólo, de que lloraba, de que sabía que algo pasaba, no
era el futuro lo pudo jurar, metí las manos al viejo abrigo y me fui cantando
esta canción.
"Mozo,
sírveme la copa rota,
sírveme que me destroza
esta fiebre de obsesión.
Mozo, sírveme una copa rota,
quiero sangrar gota a gota
el veneno de su amor."
sírveme que me destroza
esta fiebre de obsesión.
Mozo, sírveme una copa rota,
quiero sangrar gota a gota
el veneno de su amor."
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