Cuando uno habla de sexo, más aún, lo exhibe y lo lee; se
empieza a creer que la libertad de expresión es una falacia.
Es visible que los programas gubernamentales acerca de la sexualidad
humana van en un sentido equivocado, es exageradamente fácil encontrar a gente demasiado
joven con situación de embarazo o enfermedades de transmisión sexual; no
hablemos mucho de las mentes trastocadas por las perversidades más inenarrables
(je). La editorial ha buscado desde sus inicios, desacralizar el tema del
desnudo y lo que puede hacerse en ese estado. Insistimos que la “normalidad” en
la mirada del espectador, del esposo, del transeúnte, del conductor y del que
tenga ojos (aplicándose esta norma a la contraparte femenina), generará respeto
y civilidad.
Buscamos la armonía en el ojo y el oído, el disfrute en los
sentidos, la apreciación en la mente. Sin embargo nos han censurado en
exposiciones que ya estaban instaladas, metro Polanco, nos cancelaron proyectos
ya acordados, el señor Hidalgo de Injuve, nos cancelan cuentas en el feis, así
como un sinfín de historias más, la más reciente: censurados en frecuencia
modulada por decir al aire la palabra “imbécil”; es probable que alguien lo
haya sentido como nombre propio.
Y en tanto el gobierno sigue conservando sus laureados
kioscos de venta de periódicos, sus puestos de películas piratas y demás
contaminación visual, sin la más mínima estética y respeto por los andantes y
sus familias; además de su horrenda programación mediática en radio y teve. En cambio la iglesia sí que pone manos a la obra.
Coger o hacer el amor con todas las normas éticas es lo
mismo. Todo está en el pornográfico ojo propio, ¿usted ya se revisó el suyo?
Columna: 68 (porque si le pongo 69 me censuran)
Por: Éric Marváz
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