martes, diciembre 24

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Gaceta Morvoz No.35, año III (26-dic-13)

Especial poesía

Selección: Pilar Rodríguez
Fotografías: Éric Marváz

EDITORIAL

De parte de toda el equipo Morvoz:





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Octavio Paz 


Piedra de sol (fragmento)

(...) voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal, rocas y pájaros bajo la ley del mediodía absorto,
vestida del color de mis deseos como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño de esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños
tu falda de maíz ondula y canta,
tu falda de cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves,
todo el día abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves,
en mi pecho hunde raíces de agua un árbol líquido,
voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,
como por un sendero en la montaña que en un abismo brusco se termina
voy por tus pensamientos afilados
y a la salida de tu blanca frente mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno y prosigo sin cuerpo,
busco a tientas,corredores sin fin de la memoria,
puertas abiertas a un salón vacío donde se pudren todos lo veranos,
las joyas de la sed arden al fondo,
rostro desvanecido al recordarlo,
mano que se deshace si la toco,
cabelleras de arañas en tumulto sobre sonrisas de hace muchos años,
a la salida de mi frente busco,
busco sin encontrar, busco un instante,
un rostro de relámpago y tormenta corriendo entre los árboles nocturnos,
rostro de lluvia en un jardín a obscuras,agua tenaz que fluye a mi costado....


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José Ángel Valente 


La mujer estaba desnuda.

Llegó un hombre,
descendió a su sexo.
Desde allí la llamaba
a voces cóncavas,
a empozados lamentos.
Pero ella
no podía bajar
y asomada a los bordes sollozaba.

Después, la voz, más tenue
cada día,
ya se iba perdiendo en remotos vellones.

La mujer sollozaba.

Tendió grandes pañuelos
en las lámparas rotas.

Vino la noche.

Y la mujer abrió de par en par
sus inexhaustas puertas.


Los muslos de la mujer eran largos y húmedos. El fino vello brillaba dorado al sol. Interminable profundidad sin fondo de la piel. Cuando reía, parecía su risa estremecerle el sexo y desatar bandadas por el aire de indeclinables pájaros. Brotaba allí, me dije, como otras tantas cosas de la naturaleza.


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Carlos Pellicer



En una de esas tardes 
sin más pintura que la de mis ojos, 
te desnudé 
y el viaje de mis manos y mis labios 
llenó todo tu cuerpo de rocío.

Aquel mundo amanecido por la tarde, 
con tantos episodios sin historias, 
fue silenciosamente abanderado 
y seguido por pueblos de ansiedades.

Entre tu ombligo y sus alrededores 
sonreían los ojos de mis labios 
y tu cadera, 
esfera en dos mitades, 
alegró los momentos de agonía 
en que mi vida huyó para tu vida.

Estamos tan presentes, 
que el pasado no cuenta sin ser visto. 
No somos lo escondido; 
en el torrente de la vida estamos.

Tu cuerpo es lo desnudo que hay en mí 
toda el agua que va rumbo a tus cántaros. 
Tu nombre, tu alegría… 
Nadie lo sabe; 
ni tú misma a solas.



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Regina José Galindo 


Prensado a mis entrañas
permanece

Hace un año vive conmigo
chupando mi sangre
mi sudor
mi sexo.

He intentado un aborto
pero este amor
no conoce la muerte.

Soy un lugar común
Soy un lugar común
como el eco de las voces
el rostro de la luna.

Tengo dos tetas
-diminutas-
la nariz oblonga
la estatura del pueblo.

Miope
de lengua vulgar,
nalgas caídas,
piel naranja.

Me sitúo frente al espejo
y me masturbo.

Soy mujer
la más común
entre las comunes.



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Coral Bracho


Oigo tu cuerpo con la avidez abrevada y tranquila
de quien se impregna (de quien
emerge,
de quien se extiende saturado,
recorrido
de esperma) en la humedad
cifrada (suave oráculo espeso; templo)
en los limos, embalses tibios, deltas,
de su origen; bebo
(tus raíces abiertas y penetrables; en tus costas
lascivas -cieno bullente- landas)
los designios musgosos, tus savias densas
(parva de lianas ebrias) Huelo
en tus bordes profundos, expectantes, las brasas,
en tus selvas untuosas,
las vertientes. Oigo (tu semen táctil) los veneros, las larvas;
(ábside fértil) Toco
en tus ciénagas vivas, en tus lamas: los rastros en tu fragua
envolvente: los indicios
(Abro
a tus muslos ungidos, rezumantes; escanciados de luz) Oigo
en tus légamos agrios, a tu orilla: los palpos, los augurios
-siglas inmersas; blastos-. En tus atrios:
las huellas vítreas, las libaciones (glebas fecundas),
los hervideros.



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Juan José Arreola

 

Pertenecemos a una triste especie de insectos, dominada por el apogeo de las hembras vigorosas, sanguinarias y terriblemente escasas. Por cada una de ellas hay veinte machos débiles y dolientes.
Vivimos en fuga constante. Las hembras van tras de nosotros, y nosotros, razones de seguridad, abandonamos todo alimento a sus mandíbulas insaciables.
Pero la estación amorosa cambia el orden de las cosas. Ellas despiden irresistible aroma. Y las seguimos enervados hacia una muerte segura. Detrás de cada hembra perfumada hay una hilera de machos suplicantes.
El espectáculo se inicia cuando la hembra percibe un número suficiente de candidatos. Uno a uno saltamos sobre ella. Con rápido movimiento esquiva el ataque y despedaza al galán. Cuando está ocupada en devorarlo, se arroja un nuevo aspirante.
Y así hasta el final. La unión se consuma con el último superviviente, cuando la hembra, fatigada y relativamente harta, apenas tiene fuerza para decapitar al macho que la cabalga, obsesionado en su goce.
Queda adormecida largo tiempo, triunfadora en su campo de mortales despojos. Después cuelga del árbol inmediato un grueso cartucho de huevos. De allí nacerá otra vez la muchedumbre de sus víctimas, con su infalible dotación de verdugos.

(De Bestiario 1972)




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Pedro Salinas


Horizontal, sí, te quiero.
Mírale la cara al cielo,
de la cara. Déjate ya
de fingir un equilibrio
donde lloramos tú y yo.
Ríndete
a la gran verdad final,
a lo que has de ser conmigo,
tendida ya, paralela,
en la muerte o en el beso.
Horizontal es la noche
en el mar, gran masa trémula
sobre la tierra acostada,
vencida sobre la playa.
El estar de pie, mentira:
sólo correr o tenderse.
Y lo que tú y yo queremos
y el día - ya tan cansado
de estar con su luz, derecho -
es que nos llegue, viviendo
y con temblor de morir,
en lo más alto del beso,
ese quedarse rendidos
por el amor más ingrávido,
al peso de ser de tierra,
materia, carne de vida.
En la noche y la trasnoche,
y el amor y el transamor,
ya cambiados
en horizontes finales,
tú y yo, de nosotros mismos.



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Constantine Cavafi



Vuelve otra vez y muchas veces, cógeme,
amada sensación, regresa y cógeme,
cuando la memoria del cuerpo se despierta
y un antiguo deseo atraviesa la sangre,
cuando los labios y la piel recuerdan,
cuando las manos sienten que aún te tocan.

Vuelve otra vez y cógeme en la noche
cuando los labios y la piel recuerdan...

Versión de José Ángel Valente





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Paul Celan


Espasmos, te quiero, salmos,
muy dentro de tu estrecho valle 
las paredes del sentir
se regocijan, 
pintada de semillas,

Eterna, eres deseterna,
eternizada, ineterna, tú,

eh,

hacia dentro de ti, hacia dentro de ti,
canto la grieta del mástil de los huesos,

Rojorrojo, arpegiado muy detrás
del vello del pubis, en las cavernas,

fuera, alrededor
el infinito canon-de-ningún-sitio,

me tiras la corona
nueve veces entrelazada
de colmillos goteantes.


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CRISTINA PERI ROSSI 


Vía Crucis


Cuando entro
y estás poco iluminada
como una iglesia en penumbra
Me das un cirio para que lo encienda
en la nave central
Me pides limosna
Yo recuerdo las tareas de los santos
Te tiendo la mano
me mojo en la pila bautismal
tú me hablas de alegorías
del Vía Crucis
que he iniciado
-las piernas, primera estación-
me apenas con los brazos en cruz
al fin adentro
empieza la peregrinación
muy abajo estoy orando
nombro tus dolores
el dolor que tuviste al ser parida
el dolor de tus seis años
el dolor de tus diecisiete
el dolor de tu iniciación
muy por lo bajo te murmuro
entre las piernas
la más secreta de las oraciones
Tú me recompensas con una tibia lluvia de tus entrañas
y una vez que he terminado el rezo
cierras las piernas
bajas la cabeza
cuando entro en la iglesia
en el templo
en la custodia
y tú me bañas.





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Efraín Bartolomé


Te contemplo desnuda
                                 Soy
                                       un cuchillo redondo
                                                                 que te apunta.

Se iluminan los cuadros               Los más lejanos soles resplandecen:
tus muslos           lentos             se abren.

No existe un solo pensamiento
                                       Sólo la claridad que nos habita
La decidida vocación del pedernal
                                          que a embates repetidos
quemó la historia
                              con su llama.




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Manuel Ponce

                            

Las vírgenes caídas

A su primer suspiro, 
nadie tendió la mano; 
sólo el abismo. 

Después mil brazos 
corrieron al auxilio, 
pero ya entonces 
ella no quiso. 

Corría ya. 
Se deslizaba por el ventisco 
glaciar abajo, 
lanzada, 
pero guardando el equilibrio. 
Siempre reflujo abajo, 
más aprisa, siempre en vuelo, casi en vilo. 

Tú acelerabas, vértigo; 
acelerabas tú, racha de siglos. 
¡Dios mío! 
¿Acelerabas 
tú mismo? 

Quillas contra el viento 
sus mellizos, 
cabellera de relámpago asido. 

¡Miradla! 
La miraban. Un solo guiño 
de los obscuros lobos 
le despojó el vestido. 
Allá quedó, 
jirones, el armiño. 

Lo demás, 
siguió, se fue en un grito. 
No el suyo. 
Más no digo.



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Publicista y Director de Arte.
Ex estudiante de fotografía editorial y modelo del Instituto Europeo Di Design (Barcelona, España)
Participante de proyectos individuales y grupales (desnudos) y cuerpos pintados.
Fomento al arte 100% mexicano.

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