martes, enero 10

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Higos (Figs), D.H. Lawrence


Gastro-erotizándonos un poco...



Se reproduce con facilidad en climas templados y, aunque florece desde primavera, logra su mayor esplendor con la llegada del otoño.
A lo largo de la historia y en diferentes culturas, el higo ha sido símbolo de erotismo. En la Grecia clásica era ingrediente imprescindible de las fiestas en honor a Dioniso, dios del éxtasis y la locura; en Egipto fue uno de los alimentos predilectos de la sensualísima Cleopatra. Ambas culturas, representaban a sus dioses con collares hechos de higos.
En el hinduismo, el higo corresponde al chakra Svadhisthana o de la sexualidad y es uno de los alimentos recomendados por la dieta yóguica para curar la impotencia. Se dice que Adán y Eva utilizaban hojas de higuera para cubrir sus partes íntimas y, en el Talmud judío, es el higo (y no la manzana) la fruta que tentó a Adán en el Paraíso.
En la cultura judeocristiana, se consideraba que la imagen del fruto cortado a la mitad evocaba a los genitales femeninos, mientras que en la árabe se asociaba con el órgano masculino. Pero la esencia erótica del higo no es exclusivamente simbólica; sus inigualables propiedades nutricionales hacen de él un verdadero afrodisíaco natural.
(www. alimentos-saludables.com)


La manera socialmente correcta de comer un higo
es dividirlo en cuatro partes tomándolo por la base
y abrirlo, para que sea una brillante, rosada, húmeda,
dulce flor de cuatro pesados pétalos.
Entonces tiras la piel
que es precisamente un cáliz de cuatro pétalos,
cuando ya has sorbido la entraña con tus labios.
Y si lo haces vulgarmente,
aplicas la boca a la grieta, y sacas la carne de un mordisco.


Todo fruto tiene su secreto.
El higo es un fruto que oculta el suyo.
Cuando lo ves allí, creciendo, sientes al instante que es simbólico:
Parece macho.
Pero cuando comienzas a conocerlo mejor, decides
con los romanos:
Es hembra.
Los italianos dicen vulgarmente, que representa
lo femenino:
La grieta del higo es la fisura, la vulva,
la maravillosa y húmeda ruta hacia el centro.
Envuelto,
enrollado,
el florecimiento total hacia adentro de las fibras del útero;
y tan sólo un orificio.


El higo, la herradura, la flor de la calabaza.  Símbolos.
Había una flor que floreció  en su interior, hacia lo hondo;
y ahora hay un fruto como un útero.


Siempre ha sido un misterio
y así debe ser, la hembra debe ser siempre misteriosa.


No ostentando nunca desde lo alto, desplegando sobre una rama
como otras flores su revelación de pétalos;
duraznos irisados; el verde veneciano de los nísperos
y manzanas silvestres;
o finas copas de vino inclinando sus tallos,
cantando abiertamente al cielo:
 ¡Brindo por la espina en flor! ¡Brindo por su declaración!
Flores atrevidas, descubriéndose.
Envuelto en sí mismo, con su inalterable secreto,
la savia blanca, savia que cuaja la leche y la vuelve
ricotta
savia que huele extraña en tus dedos, tan extraña
que ni los chivos la gustarían;
envuelto en sí mismo, enclaustrado como una mujer
mahometana,
su desnudez siempre escondida, su florecimiento para
siempre oculto;
y sólo una pequeña vía de acceso, y ésta, protegida
de la luz por telas estrechas;
higo, fruto del misterio femenino, secreto e interior,
fruto mediterráneo, con tu oculta desnudez,
donde todo sucede invisiblemente, florecimiento,
y fertilización, y fructificación
en el fondo de ti mismo, que el ojo nunca verá,
hasta que finalice, y sobremadures, y revientes
            soltando tu alma.
Hasta que la gota de maduración exude,
          y el año termine.


Y entonces el higo ha guardado su secreto bastante
           tiempo.
Y explota, y ves por la fisura su color escarlata.
Y el higo perece, y el año termina.
Y de esta manera muere el higo, mostrando su carmín por la abierta grieta, por la herida
que expone su secreto a luz del día, exhibiéndose como una prostituta.
Y así es como mueren las mujeres.
El año ha caído sobremaduro,
El afío de nuestras mujeres.
El año de nuestras mujeres ha caído sobremaduro.
El secreto se ha desnudado.
Y la putrefacción comienza.
Sobremaduro ha caído el año de nuestras mujeres.
Cuando Eva supo en su mente que estaba desnuda,
tejió al instante un taparrabos de hojas de higo,
y tejió lo mismo para el hombre.
Había estado desnuda todos sus días anteriores,
pero hasta ese día -el de la manzana del
conocimiento-, el hecho no había ocupado
su mente.
Comenzó a preocuparse y rápidamente tejió hojas de higo.
Y las mujeres han tejido desde aquel día.
Pero ahora tejen para adornar el higo reventado,
            no para cubrirlo
y están más que nunca conscientes de su desnudez,
y no nos dejan olvidarla.
Ahora, el secreto
se vuelve una afirmación a través de los húmedos,
rojos labios que se ríen de la indignación del Señor.
¡Qué entonces, Buen Señor!, gritan las mujeres.
Hemos guardado nuestro secreto bastante tiempo.
Somos un higo maduro.
Estallemos en nuestra afirmación.


Ellos olvidaron que los higos maduros no pueden
guardarse.
Los higos maduros no pueden guardarse.
Los del norte, blancos como la miel; negros higos
del sur, de rojo interior.
Los higos maduros no pueden guardarse, no pueden
guardarse bajo ningún clima.
¿Qué entonces cuando las mujeres de todo el mundo
    se han reventado, se han abierto?
¿Los higos maduros pueden guardarse?


San Gervasio


D. H. Lawrence *


David Herbert Richards Lawrence, Gran Bretaña, 1885-1930. Novelista y poeta, una de las figuras literarias más influyentes y controvertidas del siglo XX. En sus más de cuarenta libros ensalzó su visión de un ser humano completo y natural, opuesto a la artificialidad de la moderna sociedad industrial por su deshumanización de la vida y del amor. Sin embargo, sus novelas fueron malentendidas y atacadas,  incluso prohibidas, por su abierto tratamiento de los temas sexuales. 

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