Iconografía erótica en las iglesias románicas
Por P. Rodríguez
Conociendo la mentalidad de la Iglesia católica en lo que a materia sexual se refiere, y las enseñanzas y advertencias que a lo largo de los siglos ha venido inculcando a sus fieles sobre los vicios de la carne, sería en uno de sus templos el último rincón donde a muchos se les ocurriría buscar el más mínimo vestigio de sexualidad o erotismo. Sabido es que los lujuriosos, según Dante y su Divina Comedia, tienen un lugar reservado en el segundo círculo del infierno, donde serán duramente castigados y donde terribles tormentas vapulearán sus almas sin descanso. Sin embargo, en algunas iglesias europeas de estilo románico (s. XI, XII y parte del XIII) son frecuentes las escenas con alto contenido sexual: hombres y mujeres exhibiendo su sexo, masturbaciones, felaciones, penetraciones en las más variadas posturas, zoofilia… alternándose en ocasiones con otras situaciones que representan las costumbres de la época, como cacerías banquetes o fiestas. Por lo general aparecen en los canecillos (cabezas de viga donde se sujetan las cornisas) exteriores, pero también se pueden encontrar en el interior. Los estudiosos del tema tienen varias hipótesis para explicar la existencia de estas curiosas y enigmáticas figuras. Tal vez lo que se pretendía era incentivar a las parejas para que tuvieran relaciones sexuales con el fin de procrear, ya que debido a las continuas guerras, a las enfermedades y al hambre, la población era escasa. Cabe también la posibilidad de que tuvieran un fin moralizante. El románico es un estilo cargado de simbología, y puede ser que con las explícitas representaciones, la Iglesia intentara advertir a la sociedad (analfabeta en su mayoría e incapaces de leer las Sagradas Escrituras), que ese camino de lujuria era justo el que no debían seguir. O todo lo contrario, y el hecho de que estén situadas en los lugares más altos de los templos, símbolo de una vida superior, pretendía indicarles el modo de alcanzar la perfección.
O quizás, simplemente, la explicación sea que la sociedad de entonces vivía su sexualidad con la más absoluta normalidad; formaba parte de su cotidianidad y así la representaban los artistas.
Sea cual sea el motivo, lo cierto es que ahí están, desafiando al paso del tiempo y a la censura, a pesar de que en otras épocas los clérigos alentaban a los feligreses para que las apedrearan.
Mostrándonos sin ningún pudor sus atributos y sus conocimientos en materia amatoria.
Mirándonos, incluso, con más curiosidad que nosotros a ellos. Asombrados, tal vez, de las mentalidades que en lugar de abrirse, adaptarse y evolucionar... retroceden. Preguntándose qué es lo que nos extraña tanto.
Impensable que hoy, ni siquiera para advertirnos del "pecado", la Iglesia permitiera algo así en sus templos.
Las dos imágenes se encuentran, una frente a la otra, en la Colegiata de San Pedro de Cervatos (Cantabria, España). La mujer casada (con toca) muestra su sexo con las piernas levantadas. El hombre, que también aparece mostrando el suyo, se lleva las manos a la cabeza...
El canecillo de la izquierda se encuentra en San Miguel de Fuente Dueña (Segovia), y la pareja masturbándose de la derecha en Santillana del Mar (Cantabria)
Las figuras de la izquierda pertenecen a la iglesia de San Pedro de Cervatos, y las de la derecha están en la Colegiata de Santa Juliana, Santillana del Mar (ambas en Cantabria).
Estas dos figuras se encuentran en el interior de la Iglesia de Sainte-Radégonde (Viena). La mujer exhibe su vulva, posiblemente ofreciéndose a alguno de los hombres de los canecillos contiguos que muestran también su sexo.
Las imágenes son de http://www.historia-del-arte-erotico.com/romanico_spain/home.htm,
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Ixia Gracida, Fotografías
http://yxialonshain.artelista.com/
De la serie Eros es amor, 2009
“Eros es amor”, es el título de la serie de Isela Gracida; metáforas sublimes que nos incitan a navegar por los abismos y paisajes del cuerpo humano, discurso con imágenes que esperan la sonrisa del espectador. Obra fotográfíca que se puede consultar en el sitio artelista.com, un espacio para el arte visual.
Israel Soberanes
Isela "Yxia" Gracida. Licenciada en Ciencias de la Comunicación con una especialidad en producción de radio y televisión. Colabora en algunas publicaciones ('Lírica de enanos', Revista 'Arca' de literatura y filosofía) y desde hace más de diez años en la publicación independiente 'Molino de Letras' del Estado de México. Formó parte del equipo fundador de Omega Experimental, radio ciudadana. Se desarrolla en las áreas de diseño y fotografía tradicional y digital; ha sido profesora de diversas materias que involucran a la comunicación en nivel bachillerato y licenciatura. Imparte talleres sobre Fotografía, Comunicación Organizacional y Cómo hablar en público.
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Delicatessen
Del cuello, hasta el sexo
pulso y escalpelo recorren tu silencio.
Apalanco en mis manos tus costillas
hasta mostrarte como granada en primavera.
Mi saliva sedienta escurre hacia tu pecho
y se confunde con tu rojez aún cálida,
lo sé, la siento; por poco se te escapó un latido
a mí apenas me traicionó un jadeo.
Pero con dedos firmes, casi tiernos
buceo en el laberinto húmedas maravillas
para encontrarme con un manjar tras otro:
desde el espasmo aterrado de tu vientre,
hasta el grito apresado en la garganta.
Y, para el final, (no podía ser de otra manera)
tu corazón marinado en vida con paciencia
hasta el punto perfecto,
en que lleva mi nombre.
Assul Odette
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Otros demonios:
La casa de las bellas durmientes, Yasunari Kawabata (1899-1972)
Otros demonios:
La casa de las bellas durmientes, Yasunari Kawabata (1899-1972)
“Tranquilamente, ahora, contempló su rostro y su cuello. Era una piel destinada a absorber un débil reflejo del carmesí de las cortinas de terciopelo. Su cuerpo había sido tan usado por los clientes ancianos que la mujer de la casa la había descrito como «experimentada», y no obstante, era virgen. Ello se debía a que los hombres eran seniles y a que la joven estaba tan profundamente dormida. Tuvo pensamientos casi paternales mientras se preguntaba qué vicisitudes esperaban en los años venideros a esta muchacha hechicera. Sus pensamientos probaban que también Eguchi era viejo. No cabía duda de que la chica estaba aquí por dinero. Tampoco cabía la menor duda de que para los ancianos que pagaban este dinero, dormir junto a semejante muchacha era una felicidad fuera de este mundo. Como la joven no se despertaría, los viejos huéspedes no tenían que sentir la vergüenza de sus años. Eran completamente libres de entregarse sin limitación a sueños y recuerdos de mujeres. ¿No era eso por lo que no dudaban en pagar más que por mujeres despiertas? Además, a los ancianos les inspiraba confianza saber que las muchachas dormidas para su placer no sabían nada de ellos. Tampoco los ancianos sabían nada de las chicas, ni siquiera cómo iban vestidas, para que nada diera indicios de su posición y carácter. Los motivos iban más allá de cuestiones tan simples como la inquietud sobre complicaciones ulteriores. Eran una luz extraña en el fondo de una profunda oscuridad.”
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