Quisiera habitar en tus ojos 36 segundos exactos,
engancharme a ellos, sucumbir ante su necesidad de parpadeo,
explorar su color abeto, su brillo constelación,
pensar que son figuras animadas que en el renaciente de sagitario,
se atrevieron a fijarse directos sobre mi iris.
Encanto de razón con sabor a misericordia,
es como tocar el fondo del cielo
o verte eclipsada en el azul del polo,
tomar como señal el musitar de
L’ amour avec toi profunda de tus labios cereza,
a penas reconozco tu sombra,
caigo en taquicardia ajena,
en una apostólica incertidumbre
en un asedio digno de romanos y judíos,
pienso, aunque no en todo momento,
en arrebatarte la boca de un solo beso
o de morder tus labios en un único roce.
Miro tus formas disolutas, tus entregas al paso,
un derroche de verano, en que no concilio sueño alguno,
no obstante fantaseo con el cobijo de sirena
que tanto te ha marcado y hace la diferencia,
entre una mujer aérea y una mujer marina,
que extrae de la ceniza martillo y pétalo
y con ellos se recrea, me lía a acabar por completo
con la historia de Perseo y su salvaje cometido.
Sin fulgures que eviten entrar en una mañana,
me atrevo a acercarme a la marea,
rebuscar bajo la arena
el estandarte que te erigía en tiempos de Ulises,
bajo el soberano recato de un cobarde encubierto
para no quedar petrificado ante tu vista.
No conforme con lo que ansío,
voy a amurallar cada continente,
para que evites entrar y ser tentada
a seguir tu camino como devoradora de bocas,
como ladrona de cuerpos.
Ni sólo ni tardío, edificaré tu esfinge,
aunque en ella mil años más pase
sin tu pecado en mis dedos y tu pasión en mis manos,
en cuanto a lo demás estará para pensarse,
aún cuando el universo no me pertenece,
sé la manera de entregarte a Orión
y convertirme en el cuarto ascendente de Escorpio,
para hallarte sin premura en 200 años más
devastemos por completo, la vida en la tierra.
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