lunes, febrero 3

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De esos eneros negros.

EDITORIAL


In memoriam...


"...que la muerte recoja tu cabeza blandamente 
y que cierre tus ojos con cuidados de madre 
mientras entona cantos interminables."

Jaime Sabines


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Manuel Ahumada

3 de enero del 2014


Foto: Yazmín Ortega



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Juan Gelman

15 de enero del 2014


Foto: Cristóbal Manuel

ella se sienta sobre mi corazón y la presión
provoca lágrimas
no de tristeza o de espanto
tampoco de alegría
entonces
¿por qué lloro
alrededor de la mañana feliz?

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Marco Fonz

23 de enero del 2014



Foto: Carlos Ruthnick

Epístola alucinatoria

Me visité hoy:
estornudaba gracias.
La bestia se me salía de algún lado
y ya era nuevamente la luz.
El sol con su piano en la costilla
el ladrido canis mordía feroz el aire
la visita de mí suspiraba ventanas
y no dejaba de moverse por el cuarto.
Algo de enfermero enmascarado
algo de sonámbula niebla;
el féretro era el visitado, me supongo.
Porque el visitante sonreía bajito
y con la taza del humor llamada alma
intentaba sacudir en mi territorio
algo baldío.

Me visité hoy
y por primera vez no me vestí solo.
Un paraguas de nubes trajo el agua
lo otro era caminar del brazo de mi visita.

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José Emilio Pacheco

26 de enero 2014


Foto: Angélica Martínez

Bajo el mismo imperio que el verano ha roído
Se deshacen los días.
En el último valle
La destrucción se sacia
En ciudades vencidas que la ceniza afrenta.
La lluvia extingue
El bosque iluminado por el relámpago.
La noche deja su verano.
Las palabras se rompen contra el aire.
Nada se restituye ni devuelve
El verdor a la tierra calcinada.
Ni el agua en su destierro sucederá a la fuente
Ni los huesos del águila volverán por las alas.


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Sergio Loo

27 de enero 2014



y ahí vamos de nuevo al juego gira­to­rio de los cabal­los para salir volando
lesion­a­dos de silen­cios incó­mo­dos y besos remen­da­dos que me saben
a reproches añe­ja­dos o bril­lantes ben­galas de aux­ilio sáquenme
de esta sala mien­tras le cam­bias al tele­vi­sor brilla
car­ca­jeán­dose de nosotros el con­duc­tor del pro­grama mues­tra su
den­tadura son­ri­ente cuando en vez debiera abrirnos de par en par
sus sen­timien­tos redondi­tos con los pan­talones abajo y decla­marnos com­er­ciales
de pro­duc­tos que de tan mila­grosos cop­u­la­tivos de nuevo tú
desabotonán­dome la camisa y te trepas a cabal­lito arre arre cabal­lito
que nos lle­vará directo al choque al muro del te acuer­das pero no
me acuerdo cómo lle­gar a las plan­tas
de tus pies sep­a­radas en mis manos y tus ganas de acel­erar
la tarde hasta que ter­mine y me tenga que ir o el pro­grama final­ice con
un enorme aplauso de parte de todos los telev­i­dentes llenos atas­ca­dos
de una feli­ci­dad idén­tica a quí­tame la camisa que quiero revol­carme
en tu arre arre acel­era acel­era para salir
volando como una par­vada de aplau­sos lesion­a­dos de no vamos
a lograr esa dicha de nuevo pero
momen­tánea­mente nue­stros silen­cios en la sala más col­ori­dos
que estar solos frente a inter­net bus­cando un pedazo de carne o
agu­jer­ito con nom­bre de telen­ov­ela como Pedro
Fran­cisco Javier Alonso Fer­nando San­ti­ago Gómez de la Garza
y Garza con­toneán­dose cer­vatillo inde­ciso de quitarse la ropa o
decirnos ojos grandes siento algo espe­cial por ti no tengo casa quiero
mudarme con­tigo o si no
retomar eso de los ami­gos y sus con­stantes ay ey uy ay y
sus chismes bobos de tan locales tan secos tan sin ti sin sexo sin tu vente aquí
aquí te quiero carne para mi solito pero ya no sabe­mos cómo
regre­sar a ese justo pan­tone de anaran­jado de mi sofá o
tu cama ape­nas cruzábamos la puerta de donde ahora mismo sem­bramos
ecológi­cos arboli­tos de silen­cios entrecor­ta­dos por los gri­tos
de los con­cur­santes del pro­grama de tele­visión que quieren sueñan
ganarse un viaje a la playa o un auto o un refri o
una tosta­dora o lo que sea pero no regre­sar
a la casa con las manos con de nada


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Félix Grande

30 de enero del 2014





Donde fuiste feliz alguna vez
no debieras volver jamás, el tiempo
habrá hecho sus destrozos, levantando
su muro fronterizo
contra el que la ilusión chocará estupefacta.
El tiempo habrá labrado,
paciente, tu fracaso
mientras faltabas, mientras ibas
ingenuamente por el mundo
conservando como recuerdo
lo que era destrucción subterránea, ruina.

Si la felicidad te la dio una mujer
ahora habrá envejecido u olvidado
y sólo sentirás asombro,
el anticipo de las maldiciones.
Si una taberna fue, habrá cambiado
de dueño o de clientes
y tu rincón se habrá ocupado
con intrusos fantasmagóricos
que con su ajenidad te empujan a la calle, al vacío.
Si fue un barrio, hallarás
entre los cambios del urbano progreso
tu cadáver diseminado.

No debieras volver jamás a nada, a nadie,
pues toda historia interrumpida
 tan sólo sobrevive
para vengarse en la ilusión, clavarle
su cuchillo desesperado,
morir asesinado.

Mas sabes que la dicha es como un criminal
que seduce a su víctima
 que la reclama con atroz dulzura
mientras esconde la mano homicida.
Sabes que volverás, que te hallas condenado
a regresar, humilde, donde fuiste feliz.
Sabes que volverás
porque la dicha consistió en marcarte
con la nostalgia, convertirte
la vida en cicatriz;
y si has de ser leal, girarás errabundo
alrededor del desastre entrañable
como girase un perro ante la tumba
de su dueño... su dueño... su dueño...

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