Primero fueron los labios,
apóstrofes gastados que se comparan al fuego,
evocan un magma místico y transgénico,
creados de hierro y barro para ser cubiertos
con carne trémula, traidora, nacidos del culto siniestro,
amoroso, en pos de ser usados para y por el verbo,
una mutación encaminada a pecar, con la firme
convicción de hacer mortal hombre y mujer por igual,
se dividieron en 4 parte dos menores y 2 completas,
una a cada polo, con la abertura necesaria
para evocar consonantes que causaran estigmas
en sórdidos candores,
tienen infalibilidad de probar, de saber
si sal y miel encarnan en batallas rendidas,
antes que caiga la segunda noche.
Después fue la lengua,
tentáculo manantial protervo,
insólito reptil de aroma cíclico, afrodisíaco,
con intenciones candidas, devastadoras,
materia viva manipulada por el culto a Baco y Eros en par,
pasión escarlata que refiere a devorar
hiel y sangre por instinto, un molusco gustativo,
capaz de arremeter contra cualquier territorio
poroso y sugestivo sin importar si sabe a olivo o piel,
un ente desnudo que habla de Roma y de Viena,
así como del pecado y la reencarnación,
un pudor fálico que ama igual sexo y espina.
De ahí la dentadura,
porcelana carroñera y surcadora de caprichos,
míticos embelesos que tazan materia viva
hasta crear el éxtasis, guerreros implacables,
sin pies ni manos que trozan pan y dermis por canallas,
espejos desmesurados, salidos de Hades y Averno
con la fin de arrancar un corazón a cada rezo.
Fue en el cuarto día cuando la boca fue compuesta, completa,
nació el pecado original, el verbo con sujeto,
ella creo a Dios y los astros, se departió hombre y mujer
a polos opuestos con la tarea de hallarse
en el momento y acto perfecto, se forjo la primera dinastía,
nació la poesía y no había como tal un lenguaje,
todo era a base de roses, de gestos.
Las bocas un día se encontraron, entonces murió el silencio,
se atrajeron entre si, se enlazaron, nació la primera guerra,
la de lenguas y saliva, ambos salieron lujuriosamente heridos,
no importaba nada, el mundo podía hacerse polvo,
los labios no se disipaban, las lenguas no se cansaban de amar,
de matar, seguían tan unidas como amorfas,
apenas hombre y mujer tenían aire
y comieron pecados y las bocas fueron condenadas
y expulsadas, tampoco nada importaba,
eran Cronos y Gea al unísono, nacieron ojos y cuerpos
de ese Big Bang legendario, luego las bocas exploraron
lo que habían creado, las cavidades de ambos se llenaron,
embonaron oquedades, el tacto era el único Dios ateo
en el que creían, dieron paso al placer y la locura,
las bocas seguían unidas a Alfa y Omega,
a Tanatos y Bios, ahí no existía mal ni tragedia,
salió del mar Verona y París, catástrofes y galimatías nacían
en segundos, luego de sus costillas húmedas y sus sexos
ensangrentados, nacieron más bocas y más cuerpos,
a pesar de todo seguía sin importar,
concibieron entonces después de amor y humanidad,
la difícil tarea que es el acto del beso.
Texto: Agathokles
Foto: Marváz
No hay comentarios:
Publicar un comentario