No pude sujetarte nunca a mi obtusa manera de creer,
a veces el infierno es real y es cuando la tentación
de lejanía nos envuelve, no nos absuelve de determinantes
irrevocables, unos segundos de más causan llagas,
con caricias mal fundadas y peor cometidas,
cada martes la misma ropa, la misma sal,
la misma carne que disimula amor y luego
callado clama por su término amargo,
en amantes como yo crea el mismo impacto
meteórico un beso a un balazo en la cien o en la nuca,
las lagrimas siguen atesorando ruegos al cielo,
para poner punto oficial al destino de estar juntos,
crecer como animales salvajes y comportarnos
como infantes provocados.
En pos del pecado me atrevo a desafiarte la boca
y omitir los rezos infames, casi absurdos,
no cometas heridas de verbos que vuelven siempre,
que se burlan tan pronto son evocados,
para terminar muertos por el silencio,
ese mismo que nos ha marcado en las últimas alboradas
y no percibe que seguimos tangibles, tenemos manos
suficientes para parecer divinos, traicioneros,
nos atacamos siempre, con espadas naturales,
confiamos en la egolatría, incitamos al conflicto,
palabras como flechas sanguinarias,
ademanes con destino a amotinarse,
a hacer prevalecer la guerra lúdica.
Usamos las miradas como armas taciturnas, febriles,
parte holocausto, parte genocidio…
parte del tiempo un recuerdo borroso que sabe a hiel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario